VIAJAR ES BUENA MEDICINA

A principios de este mes de octubre me sometí a la terapia que proporciona el darse un viaje. Viajar es buena terapia para la salud, renueva energías. Al viajar, activamos favorablemente nuestros estímulos sensoriales: la vista se expone a paisajes nuevos, a descubrir nuevas y variadas formas, colores, entornos; el oído se afina ante las nuevas entonaciones, palabras, idiomas que encontramos en nuestros nuevos destinos; el gusto se agudiza ante nuevos productos, platillos, sabores; el olfato se enciende ante nuevos olores; el tacto se sensibiliza a las texturas de todas las sutilezas que las infinitas tiendas de “souvenirs” colocan a nuestro alcance.

Iniciar un viaje nos llena de entusiasmo desde el momento en que comenzamos a planificarlo. Se despierta nuestra curiosidad, nuestros sueños se trasladan al futuro inmediato. Nos visualizamos en ese nuevo destino, experimentando de antemano lo que esperamos encontrar en el lugar a donde viajamos. Al viajar, dejamos de lado el estrés cotidiano, las rutinas. Nos esforzamos para poder disfrutar, más allá de nuestras condiciones físicas limitantes.

Yo aproveché las ventajas que la Fibromialgia me provee. Sí, aunque parezca absurdo, le he buscado ventajas a la Fibromialgia. He solicitado mi tarjeta de identificación de persona con impedimento, -porque el cansancio y el dolor son impedimentos-, y con ella puedo solicitar asistencia de viaje en las aerolíneas. Asi es que hice el recorrido requerido en los aeropuertos, larguísimo por cierto, para ir a la salida correspondiente. Asi logré pasar por los controles ahorrándome las angustiosas filas y también obtuve ayuda con el pesado equipaje que de por sí, hubiesen acabado con mis energías, apenas iniciando mi aventura.
En muchos de los lugares que visité, también encontré equipo de asistencia para hacer recorridos largos, los que facilitaron mis visitas a museos y monumentos. Me sentí tan animada que el dolor, aunque siempre presente, se me hizo más llevadero. Utilicé además, los parches para dolor que proveyeron medicación por largo tiempo, también tomé mis medicamentos y me alimenté de manera adecuada. Busqué momentos de descanso y procuré dormir bien, aunque para ello tuviese que utilizar la medicación que con ese propósito, me proveyera mi médico.

En mi proceso de planificación, consideré el consultar a mi médico sobre el viaje que estaba deseando hacer y de ese modo, se me hizo una buena revisión física, recibí las recomendaciones pertinentes y las recetas para llevar conmigo los medicamentos necesarios. Busqué información en internet sobre las regulaciones que aplican en los aeropuertos de las ciudades que deseaba visitar, para asegurarme de no encontrar dificultades con el paso de mis medicamentos por los puntos de control.

Acabo de regresar con nuevos bríos, con nuevas energías, con mucha alegría por los momentos vividos junto a mis acompañantes de viaje, personas con impedimentos como yo, que comprendieron perfectamente los ajustes que mi condición de salud requirió hacer y con las que fui solidaria al comprender los ajustes de ellas.

¡Ya empecé a ahorrar para mi próxima aventura! porque el vivir con Fibromialgia no me impedirá el disfrutar de vivir la vida con plenitud y de poder viajar como terapia para mejorar mi salud. ¡Se los recomiendo!