viernes, 19 de abril de 2013

NADA PUEDO HACER, MAS QUE LEER


Marzo se fue y ha llegado abril. Con él, un ansiado viaje a la ciudad de Nueva York.  Ansiado, porque anhelaba visitar la Gran Manzana cuando no hubiese nieve ni un frio que me congelara hasta los pensamientos.  Mi primer viaje a esa ciudad fue en el 2001.  Jamás imaginé que sería de las últimas personas que estuvo en el piso 107 de la torre 2 del famoso World Trade Center. Allí estaba la plataforma de observación más alta en la que yo haya estado, se llamaba Windows on the World.   Reconozco que aunque me encantan las alturas, -quizás fui pájaro en otra vida-, me impresionó y me causó algo de vértigo estar tan alto, en aquel lugar, desde donde el horizonte resultaba infinito, pero más aún, mirar hacia abajo.  Esa es una historia que les contaré en otro momento, sigamos.

El asunto es que, fui en enero de 2001 por primera vez a NY y enero es un mes de muchísimo frío.  Es pleno invierno.  Me recorrí NY en 3 días sin apenas poder disfrutarlo por causa del frío y de que mi razón para estar allí era primordialmente, por trabajo.  Pude regresar para la nochebuena de diciembre 2010.  Nuevamente invierno y con la “suerte” de que nos cogió una fuertísima tormenta de nieve, lo que me permitió ver a la ciudad “que nunca duerme” convertida en un gigante dormido, debido al cierre de prácticamente todo en la ciudad, a causa de la tormenta.  Nuevamente fueron 3 días. 

Así es que mi esposo y yo planificamos volver cuando no fuese invierno.  ¡A la tercera va la vencida!  Hemos ido ahora, a principios de primavera, cuando no hace un frío que pela ni un calor que asfixia.  Fuimos por una semana.  El plan era, ir con calma para disfrutar de los sitios a visitar, sin la prisa del viajero común que va corriendo de un lado a otro, aprovechando y tratando de ver todo lo más que puede.  No necesariamente fue así, por tanto, he regresado casi igual que como me sentí durante casi todo el mes de marzo, -agotada y adolorida-. La diferencia es, que ahora, tengo una sonrisa dibujada en el rostro al pensar que “sarna con gusto, no pica”, pues hay motivo para estar como estoy y “nadie me quita lo baila’o”, porque me gocé el viaje. Nos lo gozamos un montón, -mi “pariente” y yo-, aunque ahora a mí me duela “hasta el chicho de la oreja”.

Ya empecé con el tratamiento “ante la crisis”, sí, eso que hago cuando me llegan estos episodios sabrosos de dolor y agotamiento y que son jodidos, BIEN JODIDOS, pero que de ellos no me voy a morir.  Que ya son 14 años –recién cumplidos ahora en abril-, viviendo con el diagnóstico de Fibromialgia, así es que creo saber algo de estas crisis y me he preparado para sobrellevarlas con mi mejor cara y del mejor ánimo posible.  Hoy, con bolsas de hielo en toda mi espalda, porque me duele desde el cuello hasta el coxis y al no poder soportar el ruido, apagué el televisor y me puse con la computadora, en la mejor postura que encontré, a buscar qué había de nuevo en el ciberespacio y me topé con un regalo de “muchas vidas”. 

Me tienen “enganchada” con sus lecciones de vida, las mujeres que han desnudado su alma para que, al leer sus historias, personas como yo podamos “conocerlas”.  Son historias que me han hecho repasar y agradecer todo lo que tengo y darme cuenta de que, aún con lo difícil que me lo pueda poner la Fibromialgia, son más mis bendiciones y mis momentos gratos que los que no lo son tanto.  Así es que en este momento, mi agradecimiento va para esas 25 mujeres desconocidas y tan amigas ya,  que han compartido su historia en el libro que me estoy leyendo y que pueden leer ustedes también, si copian este enlace: http://www.scribd.com/doc/11976006/Tejedoras-de-historias-Tomo-II

Que lo disfruten tanto como me lo estoy disfrutando yo, sobre todo en esas noches de insomnio o como en mi caso, hoy, cuando no puedo hacer otra cosa, mas que leer.

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